Testimonio:

Pedro Ortiz Cabanillas (1933-2011) 

Autor: Perales Cabrera Alberto

Fragmento

En el curso de mi ya ‘no corta existencia’, expresión que prefiero a la de ‘mi larga existencia’, he conocido personalidades –en el concepto que Ortiz propone en su teoría sociobiológica informacional del desarrollo moral del Hombre- que, a diferencia de muchos otros, parecieran saber exactamente por dónde caminar en este mundo. Pareciera, digo, por la imagen que transmiten, de conocer su misión terrenal o de ser guiados por una extraña fuerza conductora hacia objetivos trascendentes. Vale decir, siguen el trazo o la ruta de un destino. El significado de este término, destino, sencillo en apariencia, es finalmente de complejo análisis. Joan Corominas nos informa que el vocablo es una derivación acuñada en el S. XVI, de la voz destinar, del latín destinare, que propiamente significa ‘fijar, sujetar’, ‘apuntar, hacer puntería (hacia). Recordemos que desde el fatum, aquello que predecía el oráculo, el destino constituye un concepto que expresa la noción religiosa e idealista de una fuerza sobrenatural que predetermina todos los acontecimientos en la vida de las personas. Según la mitología griega, la suerte de las personas, e incluso de los dioses, dependía de las deidades del destino. A estas diosas los griegos las llamaban moiras, mientras que los romanos las denominaban parcas. Spengler señalaba que la idea del destino es radicalmente opuesta a la del principio de causalidad. El primero se refiere al Universo – Historia, cuya comprensión es intuitiva, mientras que el segundo al Universo-Naturaleza, cuya comprensión es lógica y racional. El destino se asocia a la vida, la causalidad a la muerte.

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2011-08-30   |   685 visitas   |   2 valoraciones

Vol. 72 Núm.1. Enero-Marzo 2011 Pags. 83-88 An Fac med. 2011; 72(1)